Considerado como una de las herramientas más versátiles para incursionar en el mercado de valores, el fideicomiso es un fondo de inversión particular que merece la pena ser analizado y considerado. Se trata de un fondo constituido bajo un esquema colectivo que permite a sus inversionistas tener acceso a una amplia gama de empresas o activos de forma rentable, es decir, con bajo riesgo.
El fideicomiso está diseñado para ser gestionado por un equipo de expertos, quienes se encargan de su funcionamiento, escogiendo detalladamente cada transacción y adquiriendo participación en cientos de empresas. De esta forma, los inversionistas que lo integran pueden ampliar y diversificar sus portafolios individuales más fácilmente que por cuenta propia.
¿Las ventajas? Además de lo antes descrito, los fideicomisos posibilitan a los inversionistas participar del rendimiento de empresas o proyectos para los que necesitaría contar con mucho más capital si quisieran invertir individualmente.
En ese sentido, este esquema de inversión abre un nuevo mundo de oportunidades para quienes invierten como personas físicas o quienes lo hacen en nombre de pequeñas y medianas empresas.
Otra ventaja es que los fideicomisos de inversión tienen un número fijo de acciones (cerradas) para que los administradores puedan comprar o vender cuando entiendan que sea el momento adecuado. Esto es beneficioso porque, al estar pensados para inversiones a largo plazo, los administradores de cartera no deben preocuparse por tener efectivo para reembolsos, reduciendo así el “arrastre” de efectivo e impulsando el rendimiento.
Los fideicomisos generalmente tienen costos operativos más bajos que otros tipos de fondos. Así mismo, suelen tener una rentabilidad estable porque cuentan con la posibilidad de retener hasta el 15% de sus ingresos en cualquier año, lo que puede utilizarse para complementar los ingresos en otros años en los que el rendimiento sea menor.